Transformando odio en compasión, en una prisión de máxima seguridad

Transformando odio en compasión, en una prisión de máxima seguridad

Varios estudios han encontrado que la práctica de mindfulness resulta de gran beneficio en prisiones y centros de rehabilitación social.

Por ejemplo, Shonin et al. (2015) encontraron que mindfulness —sobre todo si se practica en forma grupal—, puede ayudar a abordar dificultades de salud mental tales como depresión, ansiedad o suicidio, las cuales se presentan con mayor prevalencia en las cárceles que en la población en general.

En un estudio publicado en 2009, Chambers entró que los presos tienden a presentar altos niveles de emociones y sentimientos negativos, y que mindfulness les ayuda a regular mejor sus emociones.

Finalmente, Bowen et al (2010) encontraron que mindfulness puede ayudar a manejar problemas de adicciones, abuso de sustancias e incluso a disminuir considerablemente la tasa de reincidencia delictiva.

Uno de los ejemplos más dramáticos del impacto positivo que mindfulness puede traerle a prisioneros es el caso de Roy Tester, un recluso en la prisión de máxima seguridad Tucker, en Arkansas, Estados Unidos. Roy está actualmente cumpliendo una sentencia de cadena perpetua por asesinato.

Roy ha colaborado con Doug Carnine, un maestro que ha enseñado mindfulness en prisiones durante más de 10 años.

En una de sus cartas, Roy le escribió a Carmine, “Este es un manicomio, donde la muerte, la desfiguración y la violencia están a solo un latido. ¿Qué mejor lugar para difundir la compasión bondadosa?”

En una ocasión, un grupo de guardias saquearon su celular en busca de contrabando, destruyendo deliberadamente sus pertenencias, solo para darse cuenta demasiado tarde de que estaban en la celda equivocada.

En lugar de reaccionar con enojo o presentar una queja, Roy aceptó sus disculpas. “Me quedé tranquilo y ejercité la paciencia”, le escribió a Carmine. “Tengo que mostrar compasión en todos mis pensamientos y acciones. Necesito representar adecuadamente lo que practico, con mi carácter, comportamiento y acciones. Debo tener en cuenta que el odio sólo se supera con amor; no con más odio o ira”.

Por su parte, Carmine ha observado cómo la práctica de la meditación, mindfulness y la compasión le ayuda a los prisioneros a su propia recuperación.

Carmine ayudó a formar dentro de la prisión un grupo al que llamaron “Asociación de Mindfulness y Compasión”. El objetivo del grupo es debilitar malos hábitos en los reclusos, reemplazándolos con otro más compasivos y bondadosos, utilizando técnicas de mindfulness.

Los actos de amabilidad que practican son tan simples como sonreír frecuentemente, ofrecer una palabra amistosa a un guardia, leerle en voz alta a un vecino analfabeto o ayudarle en alguna tarea a un compañero.

Los resultados de estas acciones han sido notables. Los reclusos que participaron en el grupo han comentado que la práctica de mindfulness les ha ayudado a tolerar más fácilmente las dificultades físicas y mentales de la prisión. Más aún, los guardias y enfermeras de la prisión les responden con mayor amabilidad, compasión y gratitud. Ahora los prisioneros están siendo tratados con mayor respeto.

En el caso de Roy, se dio cuenta que era esencial ser genuino y ser congruente con su práctica de compasión y mindfulness. Con el tiempo, Roy logró ganarse incluso a los guardias más escépticos y endurecidos.

Por ejemplo, en una ocasión en el que estaba gravemente enfermo, cuatro guardias fueron a visitarlo cuando estaba siendo atendido en la enfermería de la prisión. “Se quedaron hasta tarde solo para hablar conmigo”, escribió. “Sí, hay compasión en este lugar de ira y odio”.

En otra ocasión, en la que requería de cuidados adicionales, una enfermera mandó una solicitud para obtener una segunda opinión y se aseguró que esto fuera una prioridad para el médico responsable. La bondad amorosa de Roy y el respeto hacia sus compañeros de prisión y el personal de la prisión, marcaron una diferencia real.

Está al alcance de cada uno de nosotros crear un ambiente en el que puedan florecer la compasión bondadosa y la amabilidad.

Incluso aquellos que son los más impotentes entre nosotros —los prisioneros—, tienen la capacidad de vivir con mayor presencia consciente y tratar a los demás con amabilidad y respeto. Al hacerlo, pueden mejorar la vida y crear resiliencia no sólo para ellos mismos, sino también para otros reclusos, guardias y todas las personas en su comunidad.

Héctor Bolaños